jueves, 14 de diciembre de 2006

"Aguantar, parar, mandar...". ¿Y templar?

La cita anterior al escritor taurino francés Claude Popelin hablaba de "aguantar, parar y mandar...". Cabe preguntarse: ¿Y dónde queda el templar?

Si bien es cierto que el mismo autor describe dos párrafos más adelante la regla de templar como la "obligación del torero de ajustar su ademán al ritmo de la embestida", coincidimos con el comentario atinado del actor y periodista taurino Baldomero Cáceres Vegas, para quien el templar es indesligable de las normas del buen toreo actual.

Popelín agrega: "...si [el torero] despega prematuramente el trapo de los ojos del toro, queda al descubierto, y, en caso contrario, se expone a que el animal se lo arranque. Esta atención al timing -como se diría en inglés- se llama templar. Ejercida minuciosamente, confiere al toreo lo que se llama temple, cualidad bastante rara y apreciada por el público. El torero de temple da literalmente la impresión de disminuir a su voluntad la impetuosidad del toro".

Muleta templada por Domingo Ortega (foto: blog Naturales)

Ahondando en las normas clásicas, presentamos a continuación fragmentos de una conferencia dada por Domingo Ortega, gran torero de Borox (Toledo), en 1950.

"El arte del toreo es una cosa muy compleja; digo compleja, porque cada uno lo ve de manera distinta; por lo tanto, yo, trataré de hacer un esbozo del arte, tal como lo he visto a través de mis veinte años de profesión y veinticinco de aficionado..."

"Tenemos que partir de que es un arte muy joven, en relación con las demás artes, pues mientras éstas han alcanzado tal definición hace miles de años, nosotros llevamos, total...cuatro días...".

"...no hay que olvidar que no se trata de un ballet, en que conseguida la estética visual está logrado todo, sino que el toreo tiene un fin determinado [someter y reducir al animal], y una estética visual en su caso, si no lleva consigo la eficacia que produce el bien hacer el arte, será negativa, aun cuando cuente con el aplauso de muchos espectadores...".

"Es muy curioso oír a los aficionados lamentarse sobre el estado actual de la fiesta, y yo les diría: ¿Pero cómo pueden ustedes sorprenderse de esto? ¿Es que creen que esta situación ha surgido por ley espontánea? No, señores, ha tenido su proceso, y ustedes han tenido gran parte de ello; digo gran culpa, porque no sería justo echársela toda. Bien es verdad que no sé si hoy existen aficionados, y si existen se han dejado arrollar por la masa, seguramente porque la vida tiene problemas más importantes que la afición a las corridas de toros, aún para los más apasionados...".

"Considero culpables a los aficionados, porque no han sido consecuentes en sus convicciones, probablemente porque han sido partidarios de las personalidades de los toreros , pero nunca, o casi nunca, conscientes de las buenas normas de practicar el arte; de no haber sido así, con los malos ratos que han pasado y el dinero que a muchos les costó esta afición posiblemente no se hubiesen abandonado las normas del bien hacer el toreo...".

"Los aficionados tienen mucha culpa por no haber sido fieles a las normas clásicas: Parar, Templar y Mandar. A mi modo de ver, estos términos debieron completarse de esta forma: Parar, templar, CARGAR, y mandar; pues, posiblemente, si la palabra cargar hubiese ido unida a las otras tres desde el momento en que nacieron como normas, no se hubiese desviado tanto el toreo. Claro que también creo que el autor de esta fórmula no pensó que fuese necesaria, porque debía saber muy bien que, sin cargar la suerte, no se puede mandar, y, por lo tanto, en este término iban incluidas las dos.

Bien entendido que cargar la suerte no es abrir el compás, porque con el compás abierto el torero alarga, pero no se profundiza; la profundidad la toma el torero cuando la pierna avanza hacia el frente, no hacia el costado...".

"...sabe Dios que el hacer esta aclaración no es crítica para nadie, ni siquiera critico el momento actual de la fiesta. Yo tengo un gran respeto para todos los que visten de torero; pero una cosa es el respeto que a mi me merezcan, y otra, muy distinta, decir mi manera de ver el bien hacer el toreo, pues creo francamente que esto puede repercutir en beneficio de la fiesta, y, en consecuencia, de todos los que visten de luces".



La conferencia completa, ofrecida en el Ateneo de Madrid, el 29 de marzo de 1950, se encuentra en este enlace.


Bibliografía:
ORTEGA, Domingo El Arte del Toreo
Madrid, Revista de Occidente, 1950 págs. 12-23

POPELIN, Claude El Toro y su Lidia
Madrid, Calleja, 1956 págs. 30-31

Publicado por: Vladimir Terán A.


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1 comentario:

  1. En efecto, en el primer artículo, no se mencionó el término TEMPLAR e hizo bien Baldo en llamar la atención al respecto. Yo escribí hace tiempo ya este artículo que viene a propósito de este debate....

    LOS CUATRO(y no tres)FUNDAMENTOS DEL TOREO

    Muchos han sido los diestros que nos han regalado con escritos en los que pretendían explicar las
    características de todas las suertes del toreo. Nunca deja de parecerme simpático el uso de ese castellano
    antiguo, profusamente engorroso, terriblemente rebuscado, para describir una simple verónica.
    Palabras como cite, terrenos, jurisdicción, embroque, salida, etc., sirven para aclarar -o confundir- al
    ávido lector respecto a cómo es cada suerte de capa o de muleta.

    Los tiempos modernos son testigos de un toreo, también moderno. Hoy la técnica es más depurada y permite
    faenas imposibles de imaginar en los albores del siglo XX. Sin embargo, al toro se le hace lo mismo de
    siempre: engañarlo y llevarlo prendido de los vuelos de los capotes o muletas.

    ¿Qué es entonces el trinomio parar, templar y mandar?
    Son definitivamente los tres fundamentos clásicos del toreo de siempre. Todos los toreros realizan
    rigurosamente esta trilogía si quieren hacer faena. Pero hoy en día, los gustos de los públicos exigen de
    un cuarto elemento: LIGAR. Hoy por hoy, no se concibe una gran faena si no hubo ligazón, si el matador no
    consiguió un rosario de pases con su respectivo remate. Eso se aplaude y no pases sueltos, uno por uno, con un toro distraído y que no está como se dice “metido en la muleta”.

    Por supuesto que para lograr ligazón, importan muchísimo las características de bravura y son del animal. Sin casta, el toro difícilmente embestirá repetidas veces a los cites de su lidiador. Y utilizo el término lidiador, pues se espera que el matador lidie adecuadamente, reconozca el mejor terreno para torear, sepa los tiempos que requiere el toro para enterarse, y aplique la teoría correctamente.

    Volviendo al punto, hoy se debe lograr ya no una trilogía sino el concierto de cuatro entidades, descontando una quinta que sería el cite. El cite es vital, pero lo considero aparte del instante mismo en que se arranca el toro embistiendo. El cite correcto garantizará una acometida franca del animal y la colocación del torero es de primera importancia para este propósito.

    Parar, es el término que se refiere a frenar la brusca arrancada del toro e imponerle el ritmo pausado que el
    torero desea. Quien se pare frente a un toro y no lo pare, quedará mal parado, por hacer un juego de palabras. Quien no sea capaz de enseñarle al bicho esa nueva velocidad que se necesita para el buen
    toreo, nunca será figura.

    Templar, es el segundo requisito. Y es exactamente mantener al animal a la misma distancia de los engaños, mientras dure la suerte. El temple da belleza, parsimonia y naturalidad al toreo. Nada de
    capotes trompicados o muletas enganchadas. El temple es sinónimo de toreo aseado y elegante. Cuando el toro acude templado a los engaños, creerá que en el próximo lance o pase logrará coger al escurridizo torero. El temple es vital para que el toro se entregue en la faena y termine por embestir sin parar, pero ya
    absolutamente toreado.

    Mandar tiene dos definiciones: La clásica que indica “llevar al toro por donde quiere e torero”. Pero
    escuché un día de boca de un magnífico amigo y mejor aficionado la siguiente definición: “Mandar es llevar
    al toro por donde quiere el torero y por donde no quiere ir el toro”. Ricardo Reaño, quien fue el inteligente autor del comentario tiene toda la razón; el verdadero mando ha quedado esclarecido.

    Finalmente, Ligar implica torear sin solución de continuidad, terminar exactamente un pase y quedar
    listo para uno segundo, un tercero y un cuarto. La plaza vibrará al ver tal vez ya no sólo 4 sino 6 o 7
    naturales y un forzado de pecho. Ligar es absolutamente necesario en la concepción actual del toreo.

    Las grandes faenas de hoy requieren de estos 4 fundamentos y hasta que no aparezca un nuevo
    revolucionario la cosa se mantendrá así...

    Comentario del Arq. José Antonio Esparza Blanco.
    BARCELONA
    ESPAÑA

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